martes, 4 de octubre de 2016

Pueblo: Moqoit (Mocoví)


El mocoví es uno de los tantos pueblos cazadores que ocuparon durante muchos siglos la gran
región chaqueña sudamericana y que manifestaban características muy similares a otros
pueblos de esa área, al menos durante el período en el que su territorio no había sido
penetrado aún por los frentes de conquista y colonización.

Entre estas características se destaca la lengua, por lo que estos pueblos han sido clasificados
como pertenecientes a la familia lingüística mbyá-guaycurú. En el territorio argentino, no son
muchos los que han sostenido su singularidad hasta el presente: qom (o tobas), pilagá y
mocoví. La lengua de este pueblo es el mokoit y, en el siglo XX, comenzó a ser escrita conforme
a normas diseñadas por investigadores de esa especialidad.

Con la llegada de la ocupación española, fueron incorporando elementos de procedencia
europea, dos de los cuales tuvieron especial relevancia en sus transformaciones internas y en
la historia posterior: el caballo y las armas de fuego. La intensidad creciente de la penetración
europea en las periferias de la región chaqueña los condujo a perfeccionar su organización
para la defensa territorial, así como a establecer alianzas con otros pueblos que anteriormente
habían sido considerados enemigos.




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Pueblo: Tonocoté


El pueblo tonocoté exhibe evidencias de ocupación de la región centroccidental santiagueña,
con prolongaciones hacia la actual provincia de Catamarca, desde el siglo VII. En el siglo XVI, su
presencia fue registrada por los cronistas españoles como habitantes “juríes”, un término que
englobaba también a los lule y que hacía referencia a sus prácticas de caza y cría del avestruz
(xuri, en lengua tonocoté). Cultivadores y sedentarios, artesanos textiles y ceramistas, muy
hábiles en la recolección de la miel –producto que componía el intercambio con otros
pueblos–, fueron rápidamente sometidos al régimen de encomiendas, a la “saca de indios” o
traslados forzosos hacia las haciendas o hacia Potosí y, posteriormente, a su reducción en las
misiones jesuíticas del área. La política colonial suprimió los activos intercambios que las
caravanas tonocotés mantenían con las poblaciones comechingonas y sanavironas, diaguitas y,
posiblemente, también con el Alto Perú.

El kakán, la lengua tonocoté, había incorporado parcialmente el queshwa en contacto con las
colonias de agricultores enviados por el inca para ocupar esos territorios. De esos intercambios
surgió el quechua, lengua que luego los españoles utilizarían para sojuzgar a los pueblos e
imponer la religión cristiana, pero que hoy es valorada como un sustento de su identidad
colectiva.




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Pueblo: Vilela


A lo largo de su historia, los pueblos designados por los españoles como vilela desplegaron una
gran dinámica territorial ocupando la porción occidental del Chaco, el norte de Santiago del
Estero y las porciones adyacentes de las actuales provincias de Tucumán y Salta. Apenas
iniciada la ocupación colonial, algunos grupos fueron incorporados al régimen de encomiendas
y, posteriormente, a las reducciones jesuíticas que se fundaron a orillas del río Salado. Con la
expulsión de la orden, permanecieron asentados en las cercanías de los núcleos reduccionales
mientras que otras agrupaciones se disponían en las márgenes del río Bermejo, para
trasladarse hacia las costas del río Paraná, o bien hacia el norte, para asentarse en territorio
wichí.

Como en la gran mayoría de las situaciones vividas por los pueblos indígenas en la Argentina,
las referencias a la población vilela desaparecieron avanzado el siglo XIX y durante buena parte
del siglo XX. Es posible que, en el caso de este pueblo, su propia fragilidad demográfica y
organizativa se haya sumado a la ideología de la homogeneidad poblacional sostenida por el
Estado, lo que contribuyó a que se distribuyeran en pequeños agrupamientos en regiones
donde otros pueblos eran mayoritarios. Un efecto de estos procesos históricos lo constituye la
ausencia de reconocimiento por parte de la provincia del Chaco sobre la existencia de núcleos
familiares vilela, residentes tanto en el área rural de la provincia como en las periferias de
Resistencia, Sáenz Peña, Machagai o Quitilipi. En la actualidad, existen familias vilela que
residen en Rosario y en el Gran Buenos Aires.




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Pueblo: Wichí


Este pueblo, aún hoy distribuido en una extensa región del Chaco central y oriental, habla una
lengua que se considera emparentada con la de los chorote y los nivaclé. Comparten además,
con estos otros pueblos, importantes similitudes culturales. A pesar de estas semejanzas,
mantuvieron guerras entre sí hasta su sedentarización y cambio cultural por obra de las
misiones religiosas, principalmente anglicanas, que se instalaron en sus territorios desde 1915
en adelante.

La historia de su encuentro con avanzadas de la sociedad no indígena es similar a la de los
otros grupos chaqueños: sufrieron el acoso de las expediciones militares, particularmente a
partir de 1884 con la campaña del general Victorica y con las que se sucedieron con el
propósito de resguardar el avance de los frentes ganaderos que iban tomando ocupación del
área. La Guerra del Chaco (Paraguay y Bolivia, 1932 a 1935) se desarrolló también en parte de
sus territorios, con las consecuentes migraciones de familias wichí que procuraban huir de las
zonas de conflicto. Asimismo, estuvieron sometidos al reclutamiento para el trabajo en
ingenios y obrajes de la zona. Pero, de este largo proceso, quizás el más dramático es el que se
ha desencadenado desde la década de los noventa hasta el presente en virtud de la
revalorización del mercado de tierras, la expansión de la deforestación y las plantaciones
extensivas de soja así como del trazado de caminos y obras de infraestructura.




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Pueblo: Tapiete


El pueblo tapiete propone una importante contribución al modo como se ha tratado, desde los
estados nacionales principalmente, la cuestión de los pueblos originarios. Por un lado, a la
pregunta: “¿Quiénes son los tapiete?”, estos podrían responder que los pueblos no “son” de
determinada manera fija y cristalizada, sino que “van siendo” en respuesta a los cambios
históricos, a las presiones que sufren, a las ideas que desarrollan y comparten para dar sentido
a sus vidas en tales circunstancias. Por otro lado, desafían la cuestión de marcar sus límites en
un espacio cartográfico: como muchos otros pueblos, la movilidad espacial –promovida tanto
por su modo de extraer recursos del medioambiente como por las presiones o conflictos que
pudieran mantener con otros grupos sociales– quiebra las ideas modernas sobre la cualidad
rígida de las fronteras (propias, estas, de los estados nacionales surgidos en el siglo XIX). En
este sentido, el pueblo tapiete, como los demás de la gran región chaqueña, invita a pensar los
mapas desde una mirada no solo espacial, sino también temporal. Los mapas serían, entonces,
instrumentos cronológicos para entender el tiempo y la historia, congelados en esa
herramienta para el registro espacial.




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Pueblo: Nivaclé


El pueblo nivaclé, también conocido como chulupí, se movilizaba hasta muy recientemente en
las zonas áridas de la gran región chaqueña, en el espacio que en la actualidad está bajo las
jurisdicciones de Argentina, Paraguay y Bolivia. Como a tantos otros, la Guerra del Chaco los
obligó a buscar refugio en las zonas que quedaron fuera de la contienda, en la banda derecha
del río Pilcomayo. Allí actualmente se localiza una importante cantidad de familias en núcleos
de población, en los que conviven con miembros de otras etnias chaqueñas (chorote, wichí,
toba, entre otras) en las provincias de Salta y Jujuy.

El término nivaclé puede ser traducido como ‘persona’ y como ‘miembro de un pueblo’, y su
lengua incluye también posibilidades de que este signifique ‘auténticamente persona’ o, a la
inversa, ‘no totalmente persona’. Un término importante es ihavós, que podría traducirse
como ‘original o propio de un lugar determinado’ y que puede aplicarse tanto a los seres
humanos como a especies vegetales o animales. Esta palabra permite comprender al menos
dos aspectos del rico pensamiento nivaclé: que las distinciones entre naturaleza y humanidad
no son tajantes, de modo que los seres de uno y otro ámbito pueden comunicarse y hasta
transformarse en el otro; y que ha desarrollado una clasificación de los lugares y espacios de la
que se derivan muchas otras cualidades de los seres y sus relaciones recíprocas.




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Pueblo: Chorote


Este pueblo comenzó su contacto sistemático con la población no indígena apenas comenzado
el siglo XX; hasta entonces habían mantenido una relativa independencia en virtud de habitar
la región árida chaqueña, un territorio poco interesante para los primeros intentos de
colonización. Sin embargo, lo que para la población blanca parecía un ambiente hostil,
brindaba –a los chorote y a otros pueblos cazadores, recolectores y pescadores como ellos–
múltiples recursos de diverso tipo y motivo para el desarrollo de una concepción compleja
acerca de la condición humana, su relación con los elementos de la naturaleza y con lo
sobrenatural. Debe aclararse que esta distinción que acabamos de hacer (la humanidad, la
naturaleza, lo sobrenatural) no es significativa para la cultura chorote, en la cual estos tres
ámbitos están constantemente en relación, se interpenetran y actúan recíprocamente entre sí.
Y, como en muchas otras culturas, el saber progresivo sobre estos ámbitos y la posibilidad de
trasladarse entre ellos es fuente de poder para los más sabios, que son, frecuentemente, los
más ancianos. El poder se traduce, en parte, en la posibilidad de curar o de hacer daño y en la
capacidad para la profecía, propia de los aiewuj.




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