el siglo XX; hasta entonces habían mantenido una relativa independencia en virtud de habitar
la región árida chaqueña, un territorio poco interesante para los primeros intentos de
colonización. Sin embargo, lo que para la población blanca parecía un ambiente hostil,
brindaba –a los chorote y a otros pueblos cazadores, recolectores y pescadores como ellos–
múltiples recursos de diverso tipo y motivo para el desarrollo de una concepción compleja
acerca de la condición humana, su relación con los elementos de la naturaleza y con lo
sobrenatural. Debe aclararse que esta distinción que acabamos de hacer (la humanidad, la
naturaleza, lo sobrenatural) no es significativa para la cultura chorote, en la cual estos tres
ámbitos están constantemente en relación, se interpenetran y actúan recíprocamente entre sí.
Y, como en muchas otras culturas, el saber progresivo sobre estos ámbitos y la posibilidad de
trasladarse entre ellos es fuente de poder para los más sabios, que son, frecuentemente, los
más ancianos. El poder se traduce, en parte, en la posibilidad de curar o de hacer daño y en la
capacidad para la profecía, propia de los aiewuj.
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